"Y volvemos a mirarnos como hermanos, esta unión es un regalo"
La Casita de San Damián
En el año 2004, un par de jóvenes buscadores, enamorados del evangelio y de Francisco quisimos continuar en nuestra vida cotidiana, lo que vivíamos en las misiones en Salta. Justina nos comparte que al llegar a la casita nos encontramos con otro grupo de jóvenes con la misma sed de salir al encuentro. Ellos eran la fraternidad de Jesús Salvador que vivían en el barrio y eran amigos de colegio, vecinos. Si bien cada fraternidad tenía sus espacios, solíamos compartir misiones, salidas, encuentros de oraciones, convivencias.
La experiencia de salir al encuentro con otro y hacerlo caminando como hermanos, lo queríamos para toda nuestra vida, no solo los 15 días de la misión… así comenzamos… Nos unió el querer caminar como hermanos, y formamos la Fraternidad de San Damián. “Fue fundante para nuestras vidas de fè” Justina Merell
La casita para ese entonces estaba abandonada… siempre al borde del derrumbe… pero no se derrumbaba, “quiero creer que esos años la llenamos de más vida” Flor Puente
Cada sábado era el punto de encuentro, al principio era salir al barrio y después al volver a casa, abrir esas puertas y comenzar a limpiar, a arreglar lo que podíamos. Hubo que sacar mucha mugre, reparar vidrios rotos; limpiar el techo, con el susto de un pie casi pasa para abajo… A la casita la arreglábamos como podíamos, justo una de las chicas ya era arquitecta y con eso nos íbamos de a poco haciendo cosas. Buscábamos dejarla más o menos habitable. El cariño que íbamos teniendo con ese lugar y entre nosotros iba creciendo a la par.
“El fuego de ese hogar iba siendo testigo de compartidas y misas, de sueños locos y de realidades que se plasmaban, de dolores y alegrías; de las búsquedas de cada uno, y de las búsquedas como fraternidad” Flor . Así, como ese fuego sostenía el calor de aquella casita helada en invierno, nosotros como hermanos íbamos aprendiendo a sostenernos entre nosotros, a mirarnos, a abrazarnos, a amarnos, a caminar juntos. Mientras la casita iba tomando forma de casita, de lugar de encuentro, de descanso para nosotros, la fraternidad iba siendo también lugar de vida, de encuentro, de descanso para cada uno.
Justina nos comparte que a mediados del 2006 comienza a surgir en los corazones la idea de armar un proyecto, comenzamos con una Asociación Civil. La casita ya estaba lista y fue ahí cuando comenzó abrir sus puertas para recibir. La Casita era muchos espacios, de encuentro de profesionales, apoyo escolar, bibliotecas, juego.
Así comienza de a poco a surgir la Fundación de hoy... y La Casita siguió transformando
Ale Fonzo estuvo desde los comienzos y hoy en día trabaja puertas adentro
"Por esta gran historia el Viernes pasado, 16 de Julio, despedimos junto a la familia del barrio a este lugar de encuentro. Dejamos pasar por el corazón todo tipo de sentimiento, emociones, dolor, perdidas, alegría, ansias. Lo dejamos sentir" Fraile Jesùs
"Esas paredes fueron cómplices de mis búsquedas, de mis deseos, de mis miedos. De mi sorprenderme ante la vida que se me iba regalando" Flor
Flor nos comparte palabras sobre que fue La Casita para ella
Fue algo así como aquel “ve y repara mi iglesia” para mí. En ese tiempo me sentía agradecida de ser parte de esa fraternidad. Hoy estoy agradecida de ese tiempo, en donde yo iba poniendo mano sobre esas “reparaciones”, y sin darme cuenta cada hermano con el que compartía iba siendo reparador de mi propia vida. La experiencia de saberme hermana, de saberme amada. El pisar tierra sagrada. Descalzarme, ante la vida de otro y mi propia vida. Y me han tenido paciencia esos hermanos… porque fui dura, llegué con puertas y ventanas cerradas. Pero supieron abrir a su tiempo, entrar conmigo, quedarse conmigo, limpiar y abrazar. Esa “casita” fue testigo de “dejarme afectar”, como decíamos en ese momento, por la vida del otro. De darle un nuevo significado a la palabra hermano, “yo te elijo” “yo elijo compartir mi vida con vos”, “te miro y te amo”. Tengo recuerdos del ambiente de la casa, y cada uno de ellos trae consigo una palabra y la cara de un hermano. Ese hermano que me mira y me sostiene la mirada con amor.
La próxima vez que vuelva a Mariló, la casita ya no va a estar, quizá quedara algún escombro dando vueltas, quizá hayan comenzado ya algo nuevo. No puedo evitar que me de cierta nostalgia, pero lo vivido esos años en ese lugar tiene en mi sello de eternidad y es fuente de vida. Gracias a cada uno de los hermanos que compartimos San Damián y gracias a los Frailes por acompañarnos.